LA DECLARACION EVANGELICA DE COCHABAMBA


Nos hemos reunido para reflexionar sobre la revelación de Dios, el Dios libre y soberano que "habiendo hablado en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo" (Hebreos 1:1-2).

Creemos que la revelación especial es la primera e ineludible condición para conocer a Dios y entender el significado de la vida y de la historia humanas. Aunque por medio de la naturaleza y de la ley escrita en el corazón del hombre, Dios se ha dado ha conocer parcialmente, El se ha revelado de manera clara y definitiva por medio de Jesucristo, de quien testifica la Biblia. Es en este hecho primordialmente que basamos nuestra reflexión teológica y nos esforzamos para entender nuestra misión como pueblo de Dios en America Latina.

Reconocemos la deuda que tenemos con los misioneros que nos trajeron el Evangelio. Al mismo tiempo creemos que una reflexión teológica pertinente a nuestros pueblos deberá tomar en cuenta la dramática realidad latinoamericana, y esforzarse por desvestir al mensaje del ropaje extranjero.

Dios se revela por medio de una historia que comienza con la creación en el Génesis y concluye con la gran consumación de todas las cosas descritas en el Apocalipsis. Se revela por medio de acontecimientos históricos especiales que han sido interpretados por el habla divina comunicada por medio de los apóstoles y los profetas. La Biblia deriva su autoridad de su conexión con esa revelación de Dios que culmina en Jesucristo.

Es la Escritura cuyas palabras, siendo inspirada por Dios, comunican la Palabra de Dios, e infaliblemente cumplen el propósito para el cual fueron dadas:" que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (II Timoteo 3:16-17).

Es un libro escrito por hombres y como tal lleva las marcas indelebles de lo humano; pero a la vez es un libro divino, escrito bajo el control del Espíritu Santo. La negación del hecho de la inspiración es al fin de cuentas equivalente a la negación de la revelación especial de Dios.

La Biblia es inseparable de la historia de la salvación en la cual tuvo su origen por la acción del Espíritu Santo. La única autoridad absoluta es aquella que reside en Dios. La definición del sentido y el alcance de la autoridad bíblica sólo es posible cuando se coloca a la Biblia en el contexto de la revelación de Dios en la historia y de su propósito salvífico. La Biblia es asimismo inseparable de Jesucristo y del testimonio interno del Espíritu Santo.

Dios ejerce Su autoridad por medio de la Palabra escrita y del Espíritu. Y esa autoridad es normativa en todo cuanto concierne a la fe y al práctica cristianas. El asentimiento a la autoridad de la Biblia podría considerarse como una de las características más generalesdel movimiento evangélico en America Latina. Esto es de esperarse en un movimiento con una gran mayoría teológicamente conservadora. Cabe, sin embargo, admitir que el uso real de la Biblia por parte de la generalidad del pueblo latinoamericano no siempre coincide con ese asentimiento que le distingue. La Biblia es reverenciada, pero la voz del Señor que habla en ella no siempre es obedecida; y la desobediencia es racionalizada de diversas maneras.

Necesitamos una hermenéutica que en cada caso haga justicia al texto bíblico. La predicación a menudo carece de raices bíblicas. El púlpito evangélico está en crisis. Hay entre nosotros un lamentable desconocimiento de la Biblia y de la aplicación de su mensaje al día de hoy.

El mensaje bíblico tiene indiscutible pertinencia para el hombre latinoamericano, pero su proclamación no ocupa entre nosotros el lugar que corresponde. Vivimos un momento difícil para la Iglesia evangélica en nuestro continente. Urge una toma de conciencia de nuestra situación.

El llamado de la hora es volver a la palabra de Dios, en sumisión al Espíritu Santo. Es regresar a la Biblia y al Señor que reina por medio de ella. Es cuestionar nuestras "tradiciones evangélicas" a al luz de la revelación escrita. Es colocar las actividades de la Iglesia bajo el juicio de la Palabra del Dios vivo. Es obedecer las claras demandas de la palabra de Dios a anunciar a todos el mensaje de Jesucristo llamándonos a ser Sus discípulos, y ser dentro de la compleja realidad social, política y económica de America Latina, una comunidad que expresa el espíritu de justicia, misericordia y servicio que el Evangelio implica.

Nos alegramos por el movimiento de difusión y estudio de la Biblia en círculos católico-romanos. Reconocemos que ese movimiento es como una campanada que viene a despertarnos del marasmo en que muchos evangélicos hemos caído con una Biblia cerrada en las manos.

Se hace necesario un nuevo movimiento bíblico en la Iglesia evangélica en América Latina. Las ideologias de hoy, que nos desafían con creciente vigor, pueden ser también el aguijón que Dios quiere usar para que escuchemos Su voz. Es hora de volver a profundizar en las páginas de la Biblia para redescubrir ese dinámica que nos haga "gozosos en la esperanza". Es hora de ver cuánto hay de elemento bíblico que, a causa de nuestras propias tradiciones humanas, nosotros hemos dejado de lado en esas visiones de un mundo nuevo que alimentan utopías de nuestro tiempo y que tocan las fibras de tanto corazón sensible. Así nosotros, que conocemos la Verdad, que tenemos la única Esperanza verdadera, que hemos sido objeto del Amor supremo, podremos presentar a nuestra América Latina el Evangelio de Jesucristo con brillo que deje apagados falsos evangelios.

Damos gracias a Dios por Su revelación objetiva, dada "una vez para siempre", que tenemos en la Biblia. Damos gracias a Dios por su Espíritu que ilumina y aplica la Palabra Escrita.


Colaboraron: Ismael Amaya; Francisco Anabalon; Pedro Arana; Robinson Cavalcanti; Enrique Cepeda; Samuel Escobar; Hector Espinosa; Gerardo de Avila; David Jones; Andres Kirk; Antonio Nuñez; Rene Padilla; washington Padilla; Ericson Paredes; Oscar Pereira; Pablo Perez; Mauro Ramalho; Asdrubal Rios; Pedro Savage; Ricardo Sturz; Douglas Smith; Ezequiel Torrez; Cesar Thome; Virgilio F. Vangioni y Pedro Wagner